Thursday, December 30, 2010

DN.A - Octava Navidad - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El saludo obligado es: ¡Feliz año nuevo, lleno de ventura, salud, paz y bien! Entre las múltiples ideas que confluyen en este día: Octava del misterio de Navidad, Circuncisión y Nombre de Jesús, maternidad divina de María, Año Nuevo y Jornada Mundial de la Paz (instituida por el papa Pablo VI en 1968).

Nos deseamos mutuamente un Feliz Año, lleno de paz. Sin duda, lo hacemos con sinceridad. Sin embargo, la aspiración a la paz es una constante infatigable en la historia de la humanidad, y, al mismo tiempo y paradójicamente, es la ausencia más sentida en la historia de los pueblos.

La "paz armada", de hoy y de siempre, es un pingüe negocio, una industria descomunal, una mina fabulosa de dinero. Millones de hombres jóvenes en todo el mundo están sobre las armas, y miles de cerebros científicos emplean su talento para la destrucción de la humanidad, cuando podrían hacerlo para servir a la vida, especialmente donde más urge.

Cada uno tiene armado su corazón a la defensiva por la soberbia, y en plan agresivo por el ansia de dominio. Pues bien, mientras no nos desarmemos todos completamente, por dentro y por fuera es un sarcasmo y una comedia desearnos paz y felicidad. Mientras no estemos en paz con Dios, con nuestra conciencia, con los de casa y el resto de los familiares, con los vecinos, amigos y compañeros de trabajo, así como con todos los ciudadanos, es inútil descorchar botellas de champán. Y no habrá paz sin fraternidad, justicia, libertad y amor.

El desarrollo humano integral, animado por el amor, es el nuevo nombre de la paz. Pero no solamente los que gobiernan el mundo y las naciones han de construir la paz; a todos nos toca esa tarea, y más a los cristianos. Cada hogar ha de ser una escuela de paz, educando a las nuevas generaciones para la convivencia, el servicio, la fraternidad, la solidaridad, la reconciliación; y no para la agresividad y la intolerancia.

Feliz Año nuevo, que comencemos con ganas y llenos de esperanza,

Francesc Mulet

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Wednesday, December 29, 2010

2DN.A - 2010 (Pagola)

Juan 1, 1-18
EL ROSTRO HUMANO DE DIOS
José Antonio Pagola

No recuperaremos los cristianos el vigor espiritual que necesitamos en estos tiempos de crisis religiosa, si no aprendemos a vivir nuestra adhesión a Jesús con una calidad nueva. Ya no basta relacionarnos con un Jesús mal conocido, vagamente captado, confesado de manera abstracta o admirado como un líder humano más.

¿Cómo redescubrir con fe renovada el misterio que se encierra en Jesús? ¿Cómo recuperar su novedad única e irrepetible? ¿Cómo dejarnos sacudir por sus palabras de fuego? El prólogo del evangelio de Juan nos recuerda algunas convicciones cristianas de suma importancia.

En Jesús ha ocurrido algo desconcertante. Juan lo dice con términos muy cuidados: «la Palabra de Dios se ha hecho carne». No se ha quedado en silencio para siempre. Dios se nos ha querido comunicar, no a través de revelaciones o apariciones, sino encarnándose en la humanidad de Jesús. No se ha "revestido" de carne, no ha tomado la "apariencia" de un ser humano. Dios se ha hecho realmente carne débil, frágil y vulnerable como la nuestra.

Los cristianos no creemos en un Dios aislado e inaccesible, encerrado en su Misterio impenetrable. Nos podemos encontrar con él en un ser humano como nosotros. Para relacionarnos con él, no hemos de salir de nuestro mundo. No hemos de buscarlo fuera de nuestra vida. Lo encontramos hecho carne en Jesús.

Esto nos hace vivir la relación con él con una profundidad única e inconfundible. Jesús es para nosotros el rostro humano de Dios. En sus gestos de bondad se nos va revelando de manera humana cómo es y cómo nos quiere Dios. En sus palabras vamos escuchando su voz, sus llamadas y sus promesas. En su proyecto descubrimos el proyecto del Padre.

Todo esto lo hemos de entender de manera viva y concreta. La sensibilidad de Jesús para acercarse a los enfermos, curar sus males y aliviar su sufrimiento, nos descubre cómo nos mira Dios cuando no ve sufrir, y cómo nos quiere ver actuar con los que sufren. La acogida amistosa de Jesús a pecadores, prostitutas e indeseables nos manifiesta cómo nos comprende y perdona, y cómo nos quiere ver perdonar a quienes nos ofenden.

Por eso dice Juan que Jesús está «lleno de gracia y de verdad». En él nos encontramos con el amor gratuito y desbordante de Dios. En él acogemos su amor verdadero, firme y fiel. En estos tiempos en que no pocos creyentes viven su fe de manera perpleja, sin saber qué creer ni en quién confiar, nada hay más importante que poner en el centro de las comunidades cristianas a Jesús como rostro humano de Dios.

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1DN.A - Sagrada Familia - 2010 (Pagola)

Mateo 2, 13-15. 19-23
UNA FAMILIA DE REFUGIADOS
José Antonio Pagola

Según el relato de Mateo, la familia de Jesús ha vivido la experiencia trágica de los refugiados, obligados a huir de su hogar para buscar asilo en un país extraño. Con el nacimiento de Jesús no ha llegado a su casa la paz. Al contrario, enseguida se han visto envueltos por toda clase de amenazas, intrigas y penalidades.

Todo comienza cuando saben que Herodes busca al niño para acabar con él. Como sucede tantas veces, bajo el aparente bienestar de aquel reinado poderoso, perfectamente organizado, se esconde no poca violencia y crueldad. La familia de Jesús busca refugio en la provincia romana de Egipto, fuera del control de Herodes, asilo bien conocido por quienes huían de su persecución. De noche, de manera precipitada y angustiosa, comienza su odisea.

Por un momento, parece que podrán disfrutar de paz pues «han muerto los que atentaban contra el niño». La familia vuelve a Judea, pero se enteran de que allí reina Arquelao, conocido por su "crueldad y tiranía", según el historiador Flavio Josefo. De nuevo, la angustia, la incertidumbre y la huida a Galilea, para esconderse en un pueblo desconocido de la montaña, llamado Nazaret.

¿Podemos imaginar un relato más contrario a la escena ingenua e idílica del nacimiento de Jesús naciendo entre cantos de paz, entonados por coros de ángeles, en medio de una noche maravillosamente iluminada? ¿Cuál es el mensaje de Mateo al dibujar con trazos tan sombríos los primeros pasos de Jesús?

Lo primero es no soñar. La paz que trae el Mesías no es un regalo llovido del cielo. La acción salvadora de Dios se abre camino en medio de amenazas e incertidumbres, lejos del poder y la seguridad. Quienes trabajen por un mundo mejor con el espíritu de este Mesías, lo harán desde la debilidad de los amenazados, no desde la seguridad de los poderosos.

Por eso, Mateo no llama a Jesús "Rey de los judíos" sino "Dios-con-nosotros". Lo hemos de reconocer compartiendo la suerte de quienes viven en la inseguridad y el miedo, a merced de los poderosos. Una cosa es clara: sólo habrá paz cuando desaparezcan los que atentan contra los inocentes. Trabajar por la paz es luchar contra los abusos e injusticias.

En ese esfuerzo, muchas veces penoso e incierto, hemos de saber que nuestra vida está sostenida y guiada por la "Presencia invisible" de Dios al que hemos de buscar en la oscuridad de la fe. Así busca José, entre pesadillas y miedos nocturnos, luz y fuerza para defender a Jesús y a su madre. Así se defiende la causa de Jesús.

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4DA.A - 2010 (Pagola)

Mateo 1, 18-24
ESTÁ CON NOSOTROS
José Antonio Pagola

Antes de que nazca Jesús en Belén, Mateo declara que llevará el nombre de «Emmanuel», que significa «Dios-con-nosotros». Su indicación no deja de ser sorprendente, pues no es el nombre con que Jesús fue conocido, y el evangelista lo sabe muy bien.

En realidad, Mateo está ofreciendo a sus lectores la clave para acercarnos al relato que nos va a ofrecer de Jesús, viendo en su persona, en sus gestos, en su mensaje y en su vida entera el misterio de Dios compartiendo nuestra vida. Esta fe anima y sostiene a quienes seguimos a Jesús.

Dios está con nosotros. No pertenece a una religión u otra. No es propiedad de los cristianos. Tampoco de los buenos. Es de todos sus hijos e hijas. Está con los que lo invocan y con los que lo ignoran, pues habita en todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus gozos y sus penas. Nadie vive sin su bendición.

Dios está con nosotros. No escuchamos su voz. No vemos su rostro. Su presencia humilde y discreta, cercana e íntima, nos puede pasar inadvertida. Si no ahondamos en nuestro corazón, nos parecerá que caminamos solos por la vida.

Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a nadie. Respeta siempre. Es nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno, lo hermoso, lo justo. En él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.

Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, él nos acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la debilidad y la impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.

Dios está con nosotros. Está en los oprimidos defendiendo su dignidad, y en los que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Y en todos está llamándonos a construir una vida más justa y fraterna, más digna para todos, empezando por los últimos.

Dios está con nosotros. Despierta nuestra responsabilidad y pone en pie nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para no terminar esclavos de cualquier ídolo. Está con nosotros salvando lo que nosotros podemos echar a perder.

Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la muerte. Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces estará abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.

Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad: creyentes, menos creyentes, malos creyentes y casi increyentes. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría en nuestras vidas.

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4DA.A - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

José pone el nombre de Jesús al hijo de María su prometida, Jesús significa salvador. Se cumplen las profecías, “el Mesías se llamará Emmanuel, Dios con nosotros”.

En términos “religiosos” este estar con Dios se ha venido en llamar “contemplación”, que puede ser también profana, según en quién pensemos o estemos amando, ¿quién no ha pensado así en personas queridas con las que no convive? Lo podemos ensayar en esta Navidad, sería un estar con Jesús, verdadera Navidad.

Hay también otra manera de estar con Dios al alcance de todos, cuando hemos descubierto lo que Dios nos pide, y es actuar, trabajar, hacer algo que sabemos que Dios quiere, comprometernos con Él. Es la vida de todos los días, de todas las horas. Dios tiene un deseo sobre nuestro mundo, sobre nosotros sus hijos, lo podéis comprender los padres, madres de familia. Dios respeta nuestra libertad, pero Dios quiere un mundo de hermanos, nos pide amar y tratarnos con respeto, con amor, pero a todos, a eso vino Jesús que nos pide también comprometernos en acciones de ayuda, también por una sociedad más limpia, más justa, es lo que se puede llamar “ser contemplativos en la acción”. Tantas acciones que podemos realizar, miremos a nuestro derredor.

Por qué no tratamos de celebrar la Navidad y acercarnos al nacimiento de Jesús con la actitud orante y contemplativa de María y José, de los dos esposos que esperan, en actitud de compromiso vital, que se expresó, según el evangelio de Lucas, durante el embarazo y el viaje a Belén y la búsqueda de alojamiento en la ciudad de David, desde una posición de pobreza, de los desposeídos de todo.

Detengámonos algún momento en estos días en silencio y acojamos desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, y quizás lleguemos a comprender por qué el corazón de un creyente debe sentirse seguro y estar rebosante de alegría en estos días de Navidad, en que celebramos que “Dios está con nosotros”.

En este final del Adviento oremos unos por otros para que el Señor se haga presente en nuestras vidas.

Un abrazo.
Francesc Mulet

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3DA.A - 2010 (Pagola)

Mateo 11,2-11
MÁS CERCA DE LOS QUE SUFREN
José Antonio Pagola

Encerrado en la fortaleza de Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada del juicio terrible de Dios que extirpará de raíz el pecado del pueblo. Por eso, las noticias que le llegan hasta su prisión acerca de Jesús lo dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a la acción? ¿cuándo va a mostrar su fuerza justiciera?

Antes de ser ejecutado, Juan logra enviar hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta que lo atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso y violento?

Jesús no responde directamente. No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera identidad es más vivo y concreto. Decidle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Para conocer cómo quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar bien cómo actúa Jesús y estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión abstracta puede sustituir a este conocimiento concreto.

Toda la actuación de Jesús está orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar. Primero, le han de comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado hacia los que sufren, dedicado a liberarlos de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. Este Mesías anuncia la salvación curando.

Luego, le han de decir lo que oyen a Jesús: un mensaje de esperanza dirigido precisamente a aquellos campesinos empobrecidos, víctimas de toda clase de abusos e injusticias. Este Mesías anuncia la Buena Noticia de Dios a los pobres.

Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.

Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.

Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.

Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita hogar

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3DA.A - 2010 (Mulet)


Fracesc Mulet, escolapio

El Bautista se encuentra preso en la fortaleza de Maqueronte –en la ribera oriental del Mar Muerto-, donde morirá decapitado por orden del tetrarca Herodes Antipas. Juan, que había oído desde la cárcel las obras de Cristo, quiere esclarecer una duda; y le envía dos de sus discípulos con esta pregunta: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

El eco de la pregunta del Bautista a Jesús no se ha apagado nunca a través de los siglos: todavía hoy resuena en la búsqueda de mesías y redentores. Frente a la supuesta liberación del hombre por el hombre, por la sociedad de bienestar, por el consumismo y el desarrollo, la fe cristiana confiesa a Jesús, el Hijo de Dios, como el único salvador del hombre y de la historia humana.

Debido a la dimensión social que conlleva la fe, el auténtico creyente no se desentiende de los problemas mundanos, ni se muestra conformista con la injusticia social, ni se resigna al fatalismo, ni se refugia en un seudo-espiritualismo tranquilizante.

El cambio de mentalidad y conducta que urge el adviento es conversión personal y social, es conversión a Dios, a los hermanos y a la construcción de un mundo mejor. El creyente sabe que la máxima alienación del hombre y de las relaciones sociales no es Dios ni las estructuras deficientes de los sistemas políticos, sino la realidad del pecado en el mundo: la idolatría del poder y del dinero, que cierran el corazón al amor y a la justicia por causa del egoísmo que generan.

En este camino de Adviento mantengamos encendida la llama de la esperanza en nuestra vida. Ánimo y adelante.

Abrazos.

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2DA.A - 2010 (Pagola)

Mateo 3, 1-12
NO OLVIDAR LA CONVERSIÓN
José Antonio Pagola

"Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a orillas del lago de Galilea.

Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.

Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios.

Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa".

No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano.

Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.

No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.

Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.

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2DA.A - 2010 (Mulet)

Frencesc Mulet, escolapio

Segunda etapa de este camino de esperanza que es el Adviento y tres pasos alrededor de la esperanza.

Renacer a la esperanza: No nos gusta este mundo virtual que vamos haciendo: un mundo de simulación, de imagen, de disfraz, de engaño, de escaparate, de injusticia estructurada y estructural. Y querríamos cambiar tantas cosas que ya se nos hace imposible. Y no sabemos por dónde empezar. Y cortamos por el camino más fácil: los otros, el problema son los otros. Y nos perdemos siempre.

Será el Dios-con-nosotros, fruto del Espíritu, con toda la fisonomía de Dios: sabiduría, valentía, lealtad, no juzgará por apariencias ni por lo que se oiga decir, hará justicia a los desvalidos y sentenciará a favor de los pobres. Lobo y cordero, ternero y león, convivirán juntos. Nadie hará daño. Este mundo nunca la hemos visto; y ¿cuándo lo veremos?

Mantenernos en la esperanza: “Aceptaos unos a otros como Cristo os ha aceptado (…) poneos al servicio unos de otros como Cristo se puso al servicio”. La aceptación y el servicio nos preparan para una buena convivencia y eso hoy es fundamental. Es la tarea común que debemos hacer todas las religiones si queremos ser buena nueva para nuestro mundo. Un mundo que no nos gusta, pero es el mundo que Dios ama, aunque tampoco le gusta, y por eso lo ha dado todo al darnos a Cristo.

Construir la esperanza: “Abrid una ruta al Señor, allanadle el camino” Todo está por hacer, por empezar. Ayer, hoy y mañana. Y a nosotros nos ha tocado estos tiempo, este país y este mundo. Debemos empezar por cambiar nuestro corazón. No soñemos imposibles. Por eso, hay que tener presente que cuando soñamos solos, los sueños se desvanecen, pero si soñamos juntos los sueños se harán realidad. Dios está con los soñadores realistas. Dios está con nosotros.

Recemos unos por otros y tengamos encendida la llama de nuestra esperanza.

Un abrazo,

Francesc Mulet

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