Wednesday, January 27, 2010

4DO.I,C - 2010 (Pagola)

Lucas 4, 22-30
¿NO NECESITAMOS PROFETAS?
José Antonio Pagola

«Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Así gritaban en las aldeas de Galilea, sorprendidos por las palabras y los gestos de Jesús. Sin embargo, no es esto lo que sucede en Nazaret cuando se presenta ante sus vecinos como ungido como Profeta de los pobres.

Jesús observa primero su admiración y luego su rechazo. No se sorprende. Les recuerda un conocido refrán: «Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra». Luego, cuando lo expulsan fuera del pueblo e intentan acabar con él, Jesús los abandona. El narrador dice que «se abrió paso entre ellos y se fué alejando». Nazaret se quedó sin el Profeta Jesús.

Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se enmarca en la tradición profética de Israel. A diferencia de los reyes y sacerdotes, el profeta no es nombrado ni ungido por nadie. Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.

Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en "presencia alternativa" que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.

Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que sólo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.

Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores, corre el riesgo de quedarse sin profetas. Nos preocupa mucho la escasez de sacerdotes y pedimos vocaciones para el servicio presbiteral. ¿Por qué no pedimos que Dios suscite profetas? ¿No los necesitamos? ¿No sentimos necesidad de suscitar el espíritu profético en nuestras comunidades?.

Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio? Un cristianismo sin espíritu profético, ¿ no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?

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4DO.I,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El texto evangélico de esta semana nos muestra el desenlace de la escena de la sinagoga de Nazaret. Los paisanos de Jesús, que lo conocieron desde pequeño, son incapaces de superar el escándalo de la encarnación de Dios en la raza humana. ¿Es que puede ser el Mesías el hijo de María y José?

Del texto profético que Cristo convierte en su programa de acción, se desprende que: 1º Jesús se declara como el Ungido por el Espíritu; y 2º que su acción es para la liberación del hombre.

En Cristo Jesús, que era Dios y hombre, se nos hizo próximo y perceptible el rostro invisible de Dios. Jesús habló mucho de Dios Padre y de sí mismo como el Hijo enviado por él; también, hacia el fin de su vida, mencionó y prometió repetidas veces el Espíritu Santo.

Llegada la plenitud del tiempo mesiánico mediante el reino de Dios que Jesús inaugura, el Espíritu se derrama sobre todo creyente y sobre la comunidad de fe que es la Iglesia. En ella se continúa la misión de Cristo mediante el envío y acción del Espíritu, que es visto como fuerza e irradiación de Cristo resucitado y como prolongación de su presencia y acción en la historia humana, en el mundo y en la comunidad pascual que es el pueblo de Dios, la Iglesia.

Con la fuerza del Espíritu sigamos trabajando por el Reino. Oremos mutuamente.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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3DO.I,C - 2010 (Pagola)

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
EN LA MISMA DIRECCIÓN
José Antonio Pagola

Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.

Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente enviado por Dios.

Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor ». Al terminar, les dice :«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».

El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.

No lo hemos de olvidar. La "opción por los pobres" no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI : es un deber de la Iglesia "ayudar a que nazca la liberación...y hacer que sea total".

No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿a qué Jesús estamos siguiendo? ¿qué espiritualidad estamos promoviendo? Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿estamos caminando en la misma dirección que Jesús?

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3DO.I,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet i Ruís, escolapio

Según el programa expuesto por Jesús y su línea de actuación apostólica, la finalidad del anuncio del reino de Dios es la salvación integral del hombre, es decir, su liberación de todas las situaciones de esclavitud.

Para continuar la misión liberadora de Cristo, confiada por él a su pueblo, que es la Iglesia, hemos de practicar con amor la denuncia profética de toda opresión y explotación, proclamando y promoviendo la justicia, que es la forma estructural de la caridad; en una palabra, hay que desenmascarar los ídolos de muerte, señores de este difícil mundo, pero vencidos por Cristo, el único Señor.

No siempre hemos ofrecido los cristianos un testimonio convincente de este compromiso eficaz por la justicia, la fraternidad y la promoción humana, mediante una opción decidida y visible por la liberación del hombre, en particular de quienes más lo necesitan. A los pobres solamente se les entiende y libera desde dentro, haciéndose pobre con ellos, como hizo Jesús, y no con paternalismos de rico.

Todos somos miembros necesarios y útiles en la construcción de un mismo cuerpo. La liberación integral del hombre no se logra sino a base de amor y perdón, tolerancia y libertad, respeto a la dignidad de la persona, servicio a la verdad y a la vida, promoción del pobre y desvalido, fraternidad y solidaridad, especialmente con los más humildes.

En los momentos tan duros para los pobres de Haití, hemos de colaborar en la tarea de rehacer su vida y poder salir adelante. Ánimo y a seguir en la tarea.

Oremos mutuamente unos por otros.
Un abrazo,
Francesc Mulet

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2DO.I,C - 2010 (Pagola)

Juan 2,1-11
LENGUAJE DE GESTOS
José Antonio Pagola

El evangelista Juan no dice que Jesús hizo "milagros" o "prodigios". Él los llama "signos" porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.

Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los signos. El prototipo de los que Jesús irá llevando a cabo a lo largo de su vida. En esa "transformación del agua en vino" se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.

Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia, el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando éstas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total.

El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.

No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida dura de aquellos campesinos.

A muchos contemporáneos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes. Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer más signos cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida.

¿Quién querrá escuchar hoy lo que ya no se presenta como noticia gozosa, especialmente si se hace invocando el evangelio con tono autoritario y amenazador? Jesucristo es esperado por muchos como una fuerza y un estímulo para existir, y un camino para vivir de manera más sensata y gozosa. Si solo conocen una "religión aguada" y no pueden saborear algo de la alegría festiva que Jesús contagiaba, muchos seguirán alejándose.

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2DO.I,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet

La escena evangélica se sitúa en una boda celebrada en Caná de Galilea. Sin embargo, los protagonistas no serán los novios, sino Jesús y su madre María. Lo cual apunta ya a dos niveles de lectura del suceso: el cristológico, referido a Jesús que realiza el milagro de convertir el agua en vino; y el mariológico, basado en la intervención suplicante de María.

Según el cuarto evangelio, el milagro de las bodas de Caná es el primero de los que realizó Jesús. "Así manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él". Ésta es la intención primera y última del relato. Continuamos así las "manifestaciones" de Jesús como Mesías e hijo de Dios: Epifanía, Bautismo, y hoy Caná.

La intercesión de María, la madre del Señor, adelanta la "hora" de Jesús, la realización del milagro. En el cuarto evangelio, María es mencionada al principio y al fin: en Caná y al pie de la cruz. Dos momentos de glorificación de Jesús: el primero y el último. A todas luces, el evangelio de hoy es ejemplo palpable de la solicitud maternal de María que se muestra sensible a la necesidad del prójimo -en este caso, los nuevos esposos-, y es prueba también de la eficacia de su intercesión ante su hijo, Cristo Jesús.

Buena semana y a seguir con ánimo.
Un abrazo,
Francesc Mulet

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6DN,C - Bautismo del Señor - 2010 (Pagola)

Lucas 3, 15-16. 21.22
NUEVA ESPIRITUALIDAD
José Antonio Pagola

"Espiritualidad" es una palabra desafortunada. Para muchos sólo puede significar algo inútil, alejado de la vida real. ¿Para qué puede servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico, lo material, no lo espiritual.

Sin embargo, el "espíritu" de una persona es algo valorado en la sociedad moderna, pues indica lo más hondo y decisivo de su vida: la pasión que la anima, su inspiración última, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el mundo.

El espíritu alienta nuestros proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de valores y nuestra esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será nuestra espiritualidad. Y así será también nuestra religión y nuestra vida entera.

Los textos que nos han dejado los primeros cristianos nos muestran que viven su fe en Jesucristo como un fuerte "movimiento espiritual". Se sienten habitados por el Espíritu de Jesús. Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese Espíritu. «El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por ese Espíritu, lo viven todo de manera nueva.

Lo primero que cambia radicalmente es su experiencia de Dios. No viven ya con «espíritu de esclavos», agobiados por el miedo a Dios, sino con «espíritu de hijos » que se sienten amados de manera incondicional y sin límites por un Padre. El Espíritu de Jesús les hace gritar en el fondo de su corazón: ¡Abbá, Padre! Esta experiencia es lo primero que todos deberían encontrar en las comunidades de Jesús.

Cambia también su manera de vivir la religión. Ya no se sienten «prisioneros de la ley», las normas y los preceptos, sino liberados por el amor. Ahora conocen lo que es vivir con «un espíritu nuevo », escuchando la llamada del amor y no con «la letra vieja», ocupados en cumplir obligaciones religiosas. Éste es el clima que entre todos hemos de cuidar y promover en las comunidades cristianas, si queremos vivir como Jesús.

Descubren también el verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son los ritos vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad ». Esa vida vivida con el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los cristianos su auténtico «culto espiritual».

No hemos de olvidar lo que Pablo de Tarso decía a sus comunidades: «No apaguéis el Espíritu». Una iglesia apagada, vacía del espíritu de Cristo, no puede vivir ni comunicar su verdadera Novedad. No puede saborear ni contagiar su Buena Noticia. Cuidar la espiritualidad cristiana es reavivar nuestra religión.

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6DN,C - Bautismo del Señor - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet

La fiesta del Bautismo del Señor cierra el ciclo de Navidad y nos presenta una nueva manifestación de Jesús, como un eco de la precedente celebración de Epifanía. Si en ese día se revelaba Jesús a todas las naciones como Mesías Salvador, ahora en su Bautismo a orillas del Jordán, al comienzo de su vida apostólica, es proclamado en público como Hijo de Dios.

Hay un momento inicial en la vida personal del cristiano que es punto de referencia constante en su caminar hacia Dios: el bautismo. Es necesario morir con Cristo a nuestra condición de pecadores, para asumir con él la nueva vida de hijos amados de Dios. Por Jesús, el proyecto salvador de Dios está ya en marcha al ritmo de la historia humana.

El bautismo es ante todo un don, una predilección de Dios, una vocación a la fe. Dios no comienza su diálogo con nosotros imponiendo obligaciones, sino amando y ofreciendo su gracia y salvación por Jesucristo. De este amor y don primeros ha de nacer en nosotros una respuesta agradecida y de la misma tonalidad: amor y entrega a Dios y a los hermanos en la Iglesia, a la que somos incorporados, y en el mundo en que vivimos.

Creer en Cristo es comprometerse en la obra de la promoción del pobre, de la liberación integral, de la justicia y de la paz; es dar sentido y valor a la vida cotidiana sabiendo por qué y para qué amamos, y a dónde queremos ir. Sin descuidar ningún campo: familia, trabajo, convivencia, sociedad.

Buen fin de semana y a seguir adelante.
Un abrazo,
Francesc Mulet

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Tuesday, January 26, 2010

5DN,C - Epifanía - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Los magos de oriente encarnan la figura del hombre que atisba la presencia de Dios en los signos de los tiempos.

Esa espera de Dios y de lo absoluto no fue algo privativo del pueblo judío. Esa actitud de expectación trascendente, gravitando en torno a los mesianismos religiosos o laicos, ha sido y es una constante de la esperanza humana que se repite en el caminar de los pueblos y de los hombres por la historia.

La fe no es un tesoro adquirido de una vez para siempre, ni pertenencia para uso meramente individual. La fe madura y responsable tiene un itinerario que podemos dibujar en estas etapas sucesivas:

Alerta y búsqueda infatigable
para encontrar y reconocer a Dios, especialmente en los signos de la pobreza. Habrá que afrontar penalidades y renunciar a instalarnos cómodamente. Fue el camino de los astrólogos de oriente y ha sido el de los convertidos de todos los tiempos. Nosotros quizá creamos tenerlo demasiado fácil. Cierto que la fe es un don gratuito de Dios, pero requiere un proceso y actitud de colaboración libre y personal.

Con ilusión y alegría.
Necesitamos "la ilusión de reyes", la luz de la estrella y la alegría cristiana que nacen de la fe, para vencer la desilusión y el desencanto y empezar cada mañana, desde nuestra profesión u ocupación, el trabajo por un mundo mejor, más hermoso y más fraternal; para construir la fraternidad universal que responda a la salvación universal de Dios para el hombre; para educar a los niños, adolescentes y jóvenes en la solidaridad, respeto y amor a los demás.

Feliz día de Reyes,
Francesc Mulet

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5DN.C - 2º domingo de Navidad - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet i Ruís, escolapio

El hombre se ha preguntado siempre por Dios, incluso en nuestros días de agnosticismo y mayoría de edad del mundo y del hombre. Pero a muchos les duele hoy día el silencio y la ausencia de Dios en la vida de los hombres. ¿Está ausente del mundo o se ha silenciado para siempre su palabra? Ante los resultados de una encuesta sobre la fe y la increencia, fue certera la reflexión de un gran cristiano, hoy obispo: "Comprendo a los que no creen; a mí también me duele a veces el silencio de Dios". Duele especialmente a los jóvenes que dicen "no sentir nada" en la práctica religiosa.

La Palabra de Dios vino al mundo, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por ella, pero el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. De aquí se deduce que es equivocado e inútil buscar a Dios fuera del mundo y del hombre, porque Dios se encarnó en ellos.

Es cierta la afirmación del cuarto evangelio: a Dios nadie lo ha visto jamás, pero el Hijo único que estaba en el seno del Padre nos lo ha dado a conocer; y también es cierto que el que ve a Jesús ve al Padre Dios. La pregunta, búsqueda y experiencia de Dios en ningún caso podrá ya prescindir de la persona de Jesucristo, porque él es la palabra de Dios.

Feliz año y a comenzar la nueva etapa con ánimo y coraje.
Un abrazo,
Francesc Mulet

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