Wednesday, July 28, 2010

18DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas 11, 13-21
DESENMASCARAR LA INSENSATEZ
José Antonio Pagola

El protagonista de la pequeña parábola del "rico insensato" es un terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando sólo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.

Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...

El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Sólo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».

De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Ésta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.

Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, sólo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?

La crisis económica que estamos sufriendo es una "crisis de ambición": los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.

Esta crisis no es una más. Es un "signo de los tiempos" que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: "Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel". Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.

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17DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas, 11, 1-13
REAPRENDER LA CONFIANZA
José Antonio Pagola

Lucas y Mateo han recogido en sus respectivos evangelios unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy grabadas en sus seguidores más cercanos. Es fácil que las haya pronunciado mientras se movía con sus discípulos por las aldeas de Galilea, pidiendo algo de comer, buscando acogida o llamando a la puerta de los vecinos.

Probablemente, no siempre reciben la respuesta deseada, pero Jesús no se desalienta. Su confianza en el Padre es absoluta. Sus seguidores han de aprender a confiar como él: «Os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá». Jesús sabe lo que está diciendo pues su experiencia es ésta: «quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre».

Si algo hemos de reaprender de Jesús en estos tiempos de crisis y desconcierto en su Iglesia es la confianza. No como una actitud ingenua de quienes se tranquilizan esperando tiempos mejores. Menos aún como una postura pasiva e irresponsable, sino como el comportamiento más evangélico y profético de seguir hoy a Jesús, el Cristo. De hecho, aunque sus tres invitaciones apuntan hacia la misma actitud básica de confianza en Dios, su lenguaje sugiere diversos matices.

«Pedir» es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Así imaginaba Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres, conscientes de su fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o autosuficiencia. No es una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y privada de poder. Lo deplorable es pretender seguir hoy a Jesús pidiendo al mundo una protección que sólo nos puede venir del Padre.

«Buscar» no es sólo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios y su justicia». Es normal vivir hoy en una Iglesia desconcertada ante un futuro incierto. Lo extraño es no movilizarnos para buscar juntos caminos nuevos para sembrar el Evangelio en la cultura moderna.

«Llamar» es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es explicable que se oscurezca hoy la fe de no pocos cristianos que aprendieron a decirla, celebrarla y vivirla en una cultura premoderna. Lo lamentable es que no nos esforcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual.

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16DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas 10, 38-42
NECESARIO Y URGENTE
José Antonio Pagola

Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.

María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».
Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.
Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.
Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.

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15DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas 10, 25-37
HAZ TÚ LO MISMO
José Antonio Pagola

Para no salir malparado de una conversación con Jesús, un maestro de la ley termina preguntándole: «Y ¿quién es mi prójimo?». Es la pregunta de quien sólo se preocupa de cumplir la ley. Le interesa saber a quién debe amar y a quién puede excluir de su amor. No piensa en los sufrimientos de la gente.

Jesús, que vive aliviando el sufrimiento de quienes encuentra en su camino, rompiendo si hace falta la ley del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato que denuncia de manera provocativa todo legalismo religioso que ignore el amor al necesitado.

En el camino que baja de Jerusalén a Jericó, un hombre ha sido asaltado por unos bandidos. Agredido y despojado de todo, queda en la cuneta medio muerto, abandonado a su suerte. No sabemos quién es. Sólo que es un «hombre». Podría ser cualquiera de nosotros. Cualquier ser humano abatido por la violencia, la enfermedad, la desgracia o la desesperanza.

«Por casualidad» aparece por el camino un sacerdote. El texto indica que es por azar, como si nada tuviera que ver allí un hombre dedicado al culto. Lo suyo no es bajar hasta los heridos que están en las cunetas. Su lugar es el templo. Su ocupación, las celebraciones sagradas. Cuando llega a la altura del herido, «lo ve, da un rodeo y pasa de largo».

Su falta de compasión no es sólo una reacción personal, pues también un levita del templo que pasa junto al herido «hace lo mismo». Es más bien una actitud y un peligro que acecha a quienes se dedican al mundo de lo sagrado: vivir lejos del mundo real donde la gente lucha, trabaja y sufre.

Cuando la religión no está centrada en un Dios, Amigo de la vida y Padre de los que sufren, el culto sagrado puede convertirse en una experiencia que distancia de la vida profana, preserva del contacto directo con el sufrimiento de las gentes y nos hace caminar sin reaccionar ante los heridos que vemos en las cunetas. Según Jesús, no son los hombres del culto los que mejor nos pueden indicar cómo hemos de tratar a los que sufren, sino las personas que tienen corazón.

Por el camino llega un samaritano. No viene del templo. No pertenece siquiera al pueblo elegido de Israel. Vive dedicado a algo tan poco sagrado como su pequeño negocio de comerciante. Pero, cuando ve al herido, no se pregunta si es prójimo o no. Se conmueve y hace por él todo lo que puede. Es a éste a quien hemos de imitar. Así dice Jesús al legista: «Vete y haz tú lo mismo». ¿A quién imitaremos al encontrarnos en nuestro camino con las víctimas más golpeadas por la crisis económica de nuestros días?

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15DO.II,C - 2010 - (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El amor es el contenido y el espíritu de la ley de Dios, expresada en sus mandamientos. Lo que no tiene claro el letrado es quién constituye su prójimo, porque la respuesta de las escuelas rabínicas no era uniforme. Todos coincidían en afirmar que todo compatriota judío era prójimo, incluidos los prosélitos; pero disentían en las exclusiones. Para dilucidar quién es el prójimo, Jesús no le contesta en el plano teórico en que él se ha colocado, sino con un ejemplo práctico: la bien conocida y comúnmente llamada parábola del buen samaritano.

Importa destacar en el texto evangélico de hoy la insistencia de Jesús en los conceptos "amor" y "vida", equiparándolos. Cuando al principio el letrado pregunta: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?, después de contestarse él mismo con toda exactitud sobre el amor a Dios y al prójimo, Cristo le dice: Haz esto y tendrás la vida.

El sacerdote, el levita y el samaritano son los transeúntes de la parábola. De los tres, solamente el samaritano tiene esa vitalidad del amor que no repara en molestias ni en complicarse la vida por los demás. Aviso para los que piensan que su piedad y religiosidad les permite "poseer" a Dios, ser prudentemente egoístas y tener malos modos, frialdad o mal carácter con los demás. Perderíamos el tiempo si buscamos a Dios solamente en el empeño ascético, en las prácticas religiosas y en largas horas de meditación y oración alejadas de la vida y de los hermanos.

Si algún texto bíblico habla por sí mismo, es el de hoy; hermoso resumen de todo el evangelio de Jesús, porque amar al hermano es lo propio y característico del discípulo de Cristo. La práctica eficaz e indivisible del amor a Dios y al prójimo, sin restricciones ni exclusivismos, es lo que define la religión que Jesús fundó. Cristo mismo es el buen samaritano que ama a la humanidad caída; su persona y su ejemplo nos están enviando continuamente al mundo en misión de amor, un amor que da vida. Éste es, por tanto, el testimonio más directo y válido.

De momento interrumpo con este envío nuestra comunicación semanal.

Te deseo un feliz verano y que puedas descansar. Oremos mutuamente.

Un abrazo fraterno,

Francesc Mulet

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14DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas 10, 1-12.17-20
PORTADORES DEL EVANGELIO
José Antonio Pagola

Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.

«Poneos en camino». Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. "La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad" (Benedicto XVI).

Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio.

Cuando entréis en un pueblo... curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios». Ésta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio? ¿cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?

Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren... Sólo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos,

«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas sólo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero, ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?

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14DO.II,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Envío misionero de los setenta y dos. El fenómeno actual de la increencia, que de ser reducto de minorías intelectuales ha pasado a ser patrimonio de masas, urge la necesidad de la evangelización, aun de los ya bautizados. Al hombre actual le rondan el agnosticismo y el desencanto religioso, el pragmatismo vital e incluso el rechazo positivo de Dios como rival del hombre. Nada sufre tanto la crítica de la increencia como la propia institución eclesial. Esto nos obliga a revisar la imagen que de Dios, de Cristo y del evangelio ofrecemos los cristianos al mundo.

Ante los tiempos que corren, la reacción de algunos creyentes al desafío de la increencia se traduce en repliegue, miedo, pesimismo o complejo de acoso. Eso es olvidar la historia. Todos los tiempos han sido difíciles para la fe, "tiempos recios", como decía santa Teresa de Jesús.

La respuesta adecuada, la que se pide hoy al discípulo de Cristo, es tomar la situación de increencia como un reto y una oportunidad que, al descubrir nuestras deficiencias, propicia una continua conversión evangélica, personal y comunitaria, para vivir y testimoniar mejor nuestro cristianismo. Toda la comunidad eclesial ha de ser misionera siempre y en todo lugar. Evangelizar es su misión y su dicha.

Hoy como ayer, lo que más necesita el evangelio son testigos. Es verdad que hemos de emplear todos los medios a nuestro alcance para difundir la fe, con tal que se avengan con las instrucciones de Jesús en el evangelio de hoy: pobreza y solidaridad, y no avasallamiento y poder.

Ánimo en nuestra tarea de mensajeros de paz y alegría para el hombre y mundo actuales. Un abrazo y feliz verano,

Francesc Mulet

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13 DOII.C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El evangelio de este domingo cierra la etapa de la misión de Jesús en Galilea y abre la del camino hacia Jerusalén, que comienza con un rechazo de la persona de Cristo. Si antes fueron sus propios paisanos de Nazaret, ahora son los samaritanos quienes se niegan a recibir a Jesús porque va de camino a Jerusalén.

La vida de Jesús se expresa, a partir de ahora, como subida a Jerusalén, es decir, como camino hacia la cruz. En cambio, la vida del discípulo se denominará "seguimiento". Esto es la vocación cristiana: llamada al seguimiento de Cristo.

Cristo establece un orden de prioridades en tres situaciones, dejando clara la primacía del reino de Dios. Por eso habla de esfuerzo, urgencia, desprendimiento y ruptura con todo, incluidos los lazos familiares, si fueran un obstáculo. La vocación cristiana al seguimiento de Cristo se caracteriza, pues, por su radicalidad. Pero tal seguimiento no fundamenta un moralismo triste, porque es vocación a la libertad.

Buena semana y un abrazo,

Francesc Mulet

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