Wednesday, March 30, 2011

4DC.A - 2011 (Pagola)

Juan 9, 1-41

CAMINOS HACIA LA FE
José Antonio Pagola

El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente "La curación del ciego de nacimiento", pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».

No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.

Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.

Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.

Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.

Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.

Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?» ¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.

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4DC.A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El ciego del Evangelio de hoy es figura de la humanidad privada de luz y de sentido. El ciego nos representa también a todos nosotros. El Evangelio de hoy es una buena oportunidad para recobrar la vista y hacernos testigos de la luz.

Se trata de un ciego de nacimiento. Este hombre no ha tenido nunca la experiencia de la vida, ni siquiera aspira a salir de su ceguera. Por eso, dice que Jesús, al ver a un hombre ciego de nacimiento, toma la iniciativa, mostrándole el designio de vida que Dios tiene sobre él, despertando así su anhelo de vida.

La curación del ciego provoca una perplejidad entre la gente que lo conoce. Algunos estiman que no puede ser la misma persona; otros en cambio, afirman que lo es. Por primera vez aparece que el ciego era un mendigo. Pedía limosna sentado; estaba inmóvil, impotente, dependiente de los demás. Jesús al darle la vista, le ha dado la movilidad, la independencia, la libertad y la Vida. Unos decían: "que era el mismo y otros, decían: no es él, pero se le parece”. La duda sobre la identidad del ciego, refleja la novedad que produce el Espíritu; siendo él mismo, es otro. Es la diferencia entre el hombre sin iniciativa, ni libertad y el hombre libre. El ciego decía: "soy yo". Estas palabras en boca del ciego reflejan la nueva identidad del hombre que se ha encontrado a sí mismo y ha encontrado la Vida. “Soy yo” decía el que había sido ciego. Es un acto de existencia, un acto de afirmación... es un testigo de la luz.

El ciego ha seguido un proceso desde las tinieblas a la luz de la fe en Jesús, que le habla, que está delante de él. El encontrarse de tú a tú con Él cambia nuestra situación, con Él salimos de la noche de la ceguera y pasamos a la claridad de su Presencia. La luz de Cristo traspasa la oscuridad de nuestros desalientos. En medio de las dificultades, de las cañadas oscuras, de los momentos de desesperación, Cristo nos toma de la mano y nos conduce a la luz. Necesitamos abrir de nuevo los ojos a Él, a Cristo, y decirle: “creo, Señor”. Ciertamente, que podemos quedar deslumbrados por muchos espejismos de la vida, pero en el fondo de nuestro corazón, el resplandor de la luz de Cristo, nos libera del sin sentido y nos permite vivir plenamente.

En medio de la cuaresma nos animamos para seguir las pasos del Señor Jesús, la luz de nuestra vida.

Buena semana tengas y adelante,

Francesc Mulet

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3DC.A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Si conocieras Quién es el que te pide de beber, si conocieras Quién el que te sale al encuentro, si conocieras Quién es el que te habla y pide entrar en relación contigo. ¡Si conocieras! No conocemos. A veces, creemos que conocemos, pero no somos conscientes de nuestra ignorancia.

Cuando Jesús le pide a la samaritana de beber no sólo está tomando la iniciativa de la relación sino que se “abaja”, ocupa el lugar más inferior y lo expresa con una petición, en este caso el agua para beber. Pero esta sed no es sólo de agua, sino también de acogida, de bienvenida, de consuelo…

Todos llevamos un gran deseo. Somos seres llenos de deseos. Buscamos siempre la manera de satisfacer el deseo. Nuestro deseo no tiene cura. Este es el problema y es también la grandeza del ser humano, que no se sacia con nada. Se apaga la sed por unos instantes, pero vuelve enseguida a aparecer otra vez. En el fondo lo que tenemos es sed de Infinito... nada ni nadie puede llenarnos del todo.

En lo más profundo de esta mujer, y de todos los que en ella estamos representados, hay una sed ardiente, un deseo insatisfecho de felicidad, y de un verdadero amor; una sed de Infinito que ninguna relación humana puede calmar. Jesús es Aquel que llena la sed de nuestro corazón.

Te deseo de corazón que tengas ánimo para hacer frente a las dificultades que se presenten en la vida.

Un fuerte abrazo,
Francesc Mulet

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Thursday, March 24, 2011

3DC,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Si conocieras Quién es el que te pide de beber, si conocieras Quién el que te sale al encuentro, si conocieras Quién es el que te habla y pide entrar en relación contigo. ¡Si conocieras! No conocemos. A veces, creemos que conocemos, pero no somos conscientes de nuestra ignorancia.

Cuando Jesús le pide a la samaritana de beber no sólo está tomando la iniciativa de la relación sino que se “abaja”, ocupa el lugar más inferior y lo expresa con una petición, en este caso el agua para beber. Pero esta sed no es sólo de agua, sino también de acogida, de bienvenida, de consuelo…

Todos llevamos un gran deseo. Somos seres llenos de deseos. Buscamos siempre la manera de satisfacer el deseo. Nuestro deseo no tiene cura. Este es el problema y es también la grandeza del ser humano, que no se sacia con nada. Se apaga la sed por unos instantes, pero vuelve enseguida a aparecer otra vez. En el fondo lo que tenemos es sed de Infinito... nada ni nadie puede llenarnos del todo.

En lo más profundo de esta mujer, y de todos los que en ella estamos representados, hay una sed ardiente, un deseo insatisfecho de felicidad, y de un verdadero amor; una sed de Infinito que ninguna relación humana puede calmar. Jesús es Aquel que llena la sed de nuestro corazón.

Te deseo de corazón que tengas ánimo para hacer frente a las dificultades que se presenten en la vida.

Un fuerte abrazo,
Francesc Mulet

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3DC,A - 2011 (Pagola)

Ciclo A
Tiempo cuaresma
3 demingo
Juan 4, 5-42
LA RELIGIÓN DE JESÚS
José Antonio Pagola

Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritana a apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón.

En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizim cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.

No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios, no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.

Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso, no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.

Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».

«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador..., y quienes lo adoran deben parecerse a él.

«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del Evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

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2DC,A - 2011 (Pagola)

Mateo 17, 1-9
MIEDO A JESÚS
José Antonio Pagola

La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.

«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.

La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.

Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.

Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?

Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?

Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?

En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».

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2DC,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El Evangelio de esta semana nos invita a escuchar a Jesús, el Hijo amado, en el que se nos revela la verdad más profunda del ser humano.

Jesús elige a los tres discípulos más representativos y que mayor resistencia oponen a su mensaje para mostrarles el estado final del ser humano: la Transfiguración, es la plenitud de la vida a la que está llamada toda la humanidad.

Todo sucede en una montaña alta (que no es tanto un lugar como una experiencia interior) y es ahí dentro, en lo profundo de nosotros mismos, donde renace la esperanza y encontramos las fuerzas para remontar nuestras crisis y los momentos difíciles de nuestra vida. ¿No necesitamos nosotros también retirarnos a una montaña alta?

Allí escucha la voz, desde la nube, que revela quién es Jesús: "Este es mi Hijo, el amado, escuchadlo".

Estas palabras manifiestan la identidad de Jesús y de todo ser humano: Jesús es el Hijo amado y por eso, todo ser humano es también hijo amado. Mientras no oigamos dentro de nosotros esta voz interior que nos asegura que somos hijos amados, no podemos vivir con sentido. Mientras no hagamos la experiencia de sentirnos verdaderamente amados, permaneceremos en una inseguridad permanente. Esta es la auténtica verdad que da consistencia a nuestra vida.

¿Qué va a pasar con el hombre de hoy ebrio de técnica y eficacia, pero donde Dios está ausente y que con su mirada no logra penetrar en el misterio de sí mismo ni del sentido de su vida?

El acento del Evangelio de esta semana está en que se nos pide: "escuchadlo", es decir, Jesús es el único al que hay que escuchar. Sólo a Jesús, el Hijo amado, es a quien necesitamos escuchar. Sólo El, tiene palabras que nos hacen vivir.

Además, por aquí, nos encontramos en medio de las fiestas populares. Hagamos un esfuerzo y sigamos en el camino hacia la Pascua.

Buena semana y un abrazo,

Francesc Mulet

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1DC.A - 2011 (Pagola)

Mateo 4, 1-11
TENTACIONES
José Antonio Pagola

No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida.

Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.

Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.

Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).

çEl episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.

¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?

El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.

Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?

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1DC.A - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Las tentaciones, leídas el domingo 1º de Cuaresma y acompañadas del relato de Adán y Eva en el Génesis, nos obligan a un enfoque distinto. Hoy se trata de descubrir el valor del esfuerzo por superar la fuerza de atracción del placer sensible y la tentación de poner nuestro aspecto mental al servicio del biológico. Las dos primeras tentaciones pretenden convertir a Jesús en oprimido a cambio de pan o gloria. La tercera le invita a convertirle en opresor. Tanto dejarse oprimir como oprimir son ofertas satánicas. La opresión es el único pecado, porque es lo único que nos impide ser humanos.

El relato de las tentaciones no se limita a una crónica de sucesos. Jesús, seguramente se retiró muchísimas veces al “desierto” para orar. En esta ocasión se trata de plantear en Jesús la disyuntiva que se le presenta a todo ser humano en cuanto afronta en serio su humanidad. En Jesús tiene una connotación especial, porque se plantea la tentación conforme a su situación personal.

Jesús encarna el nuevo pueblo que, habiendo pasado por las mismas tentaciones que el antiguo, sin embargo no cae en ellas. Se trata de las tentaciones que Jesús tiene que soportar como Mesías. En ellas se rechaza una idea de Dios y se propone otra muy distinta. El hombre que se descubre en la actitud de Jesús es también muy distinto. En Jesús se manifiesta un Dios que no se deja manipular, y un hombre que no tiene que manipular a Dios ni a los demás y tampoco dejarse manipular por nadie, si quiere alcanzar su verdadera plenitud humana.

Los posibles tropiezos al recorrer su camino mesiánico, se relatan condensados en un episodio al comienzo de su vida pública, pero resumen la lucha que tuvo que mantener durante toda su vida. A Jesús le tentaron los que estaban a su alrededor, tanto amigos como enemigos. La tentación es algo inherente al ser humano. Por eso se convierten en el mejor argumento a favor de su humanidad. Quien no se haya enterado de que la vida es lucha, tiene asegurado el más estrepitoso fracaso.

Hoy el hombre es el mismo, pero los cantos de sirena que llegan a nuestros oídos son cada vez más seductores. Esto debemos tenerlo muy claro. Hoy podíamos expresar el resumen de toda tentación con dos palabras hedonismo y poder. El hedonismo en el que todos vivimos nos empuja a buscar lo más cómodo, lo que menos me cuesta, lo que más me agrada, lo que me pide el cuerpo, etc., creyendo que ahí está la felicidad. El poder nos ofrece la satisfacción de nuestra vanagloria y orgullo. Ser más que los demás, poder dominarlos es una de las fuentes más instintivas de placer y seguridad.

La manipulación de Dios por parte de los más religiosos, es la mejor prueba de que la tentación de utilizar a Dios sigue presente. La búsqueda de las soluciones fáciles, la confianza en el milagrito, son la mejor prueba de esa manipulación. En el poder, por muy sagrado que sea, no se manifiesta Dios, sino el diablo. Dios se manifiesta sólo en el servicio, en la entrega a los demás, en el amor.

Sigamos unidos en la oración común y adelante en este tiempo de gracia y conversión.

Un abrazo y buena semana,
Francesc Mulet

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9DO.I.A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Estamos en el final del sermón del monte que empieza con las bienaventuranzas y continúa a lo largo de los capítulos siguientes; en ellos encontramos resumida toda la enseñanza de Jesús; por eso tiene pleno sentido que termine con la advertencia de que no basta con escuchar y aceptar sus propuestas. Ni siquiera es suficiente el cumplimiento de las normas si no va acompañada de la vivencia y de una actitud interior semejante a la de Jesús. Jesús exige a sus seguidores una nueva manera de estar en el mundo, no la externa adhesión a unas normas religiosas.

Está claro que seguir a Jesús no es cosa de un momento de euforia. Adherirse a Jesús es iniciar un camino que no va a terminar nunca. Es verdad que desde el primer paso ya está disfrutando de la meta, pero si se detiene, pierde todo el sentido de la marcha. La plenitud humana es nuestra meta y lo más bonito de esa posibilidad de plenitud es que no tiene límite.

La religión tiene que ayudar al hombre y a la mujer a conseguir su objetivo último: ser cada día más humano. Dios no puede querer para el ser humano más que su plenitud. Ahora bien, esa plenitud tiene que llegarle por lo que es específicamente humano, su inteligencia. No decimos su razón, porque esa palabra puede equivocarnos. La capacidad de razonar puede estar completamente al servicio de la parte animal del hombre. Cuando la toma de decisiones se basa en un conocimiento deficiente, le llevará más bajo que los mismos animales. Por eso el evangelio no habla de voluntad sino de conocimiento (prudente, necio).

Todo lo dicho es válido para cualquier cristiano, pero para algunos es, si cabe, más preocupante. Nos referimos a aquellos que tenemos la obligación de predicar. Podemos escuchar la palabra, estudiar el mensaje, entenderlo racionalmente y predicarlo a los demás, sin vivir nosotros mismos eso que predicamos. Esta puede ser la causa de tanto fracaso a la hora de trasmitir nuestra fe. Sobre todo los jóvenes, no aceptan hoy unas propuestas que no ven reflejadas en la vida de los que se las proponen como excelentes.

Nuevo mes y a punto de iniciar el tiempo fuerte de cuaresma. Ánimo y adelante,

Francesc Mulet

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3DN.A - 2011 (Mulet) - Bautismo del Señor

Francesc Mulet, escolapio

La fiesta del bautismo del Señor anuncia y verifica el bautismo en agua y Espíritu Santo que todos nosotros hemos recibido, y es una oportunidad de gracia para revisar nuestro esquema personal de creyentes y su proyección práctica a la vida diaria, tanto a nivel individual como comunitario. Pues por el sacramento del bautismo cristiano que hemos recibido, participamos en el misterio pascual de Cristo.

Hoy es alarmante el número de bautizados que ignoran por qué y para qué lo son, y otros que ven su bautismo como una carga indeseable de la que no fueron ni se hacen responsables. Pues bien, partiendo del bautismo del Señor, que es la identificación de Jesús, busquemos hoy nuestra propia identidad cristiana en el bautismo y en la subsiguiente filiación adoptiva por Dios mediante la fe en Cristo dentro de la comunidad de la Iglesia.

En el bautismo nuestros padres nos posibilitaron la vida en Dios y allí recibimos un nombre: cristiano, y un apellido: católico, como don gratuito. Todo esto nos identifica inevitable pero libre y gozosamente; y no es carga impuesta, sino don y oferta de gracia, fruto de un amor grande que nos precedió: el de nuestros padres y el de Dios. Aunque también es cierto que después ha de haber una ratificación personal de la categoría adquirida, para asumir la responsabilidad de ser cristiano, como la de ser persona y ciudadano.

Con retraso por las tareas de puesta a punto del curso, pero con el ánimo de siempre y en las manos de Dios. Que tengas una buena semana.

Un abrazo,

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