Wednesday, October 26, 2011

31DO.II,A - 2011 (Pagola)

Mateo 23,1-12
EN ACTITUD DE CONVERSIÓN
José Antonio Pagola

Jesús habla con indignación profética. Su discurso dirigido a la gente y a sus discípulos es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.

¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.

«No hacen lo que dicen». Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Nuestro ejemplo de vida más evangélica cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.

«Cargan fardos pesados sobre los hombros de la gente... pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar». Es cierto. Con frecuencia, somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias pero no les facilitamos la acogida del evangelio. No somos como Jesús que se preocupaba de hacer ligera su carga pues era sencillo y humilde de corazón.

«Todo lo que hacen es para que los vea la gente». No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre "quedar bien" ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.

«Les gustan los primeros puestos y los asientos de honor... y que les hagan reverencias por la calle». Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?

«No os dejéis llamar maestros... ni guías... porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Guía: Cristo». El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes sólo hacia él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?

«No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro Padre del cielo». Para Jesús el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?

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30DO.II,A - 2011 (Pagola)

Mateo 22, 34-40
LO PRIMERO
José Antonio Pagola

En cierta ocasión los fariseos se reunieron en grupo y le hicieron a Jesús una pregunta que era motivo de discusión y debate entre los sectores más preocupados de cumplir escrupulosamente los seiscientos trece preceptos más importantes sobre el sábado, la pureza ritual, los diezmos y otras cuestiones: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».

La respuesta de Jesús es muy conocida entre los cristianos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este es el más importante. Luego añadió: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo». Y concluyó con esta afirmación: «Estos dos mandamientos sostienen la Ley y los profetas».

Nos interesa mucho escuchar bien las palabras de Jesús pues también en la Iglesia, como en el antiguo Israel, ha ido creciendo a lo largo de los siglos el número de preceptos, normas y prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida cristiana. ¿Qué es lo primero y más importante? ¿Qué es lo esencial para vivir como seguidores de Jesús?

Jesús deja claro que no todo es igualmente importante. Es un error dar mucha importancia a cuestiones secundarias de carácter litúrgico o disciplinar descuidando lo esencial. No hemos de olvidar nunca que sólo el amor sincero a Dios y al prójimo es el criterio principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.

Según él, ese amor es la actitud de fondo, la fuerza clave e insustituible que pone verdad y sentido a nuestra relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con las personas. ¿Qué es la religión cristiana sin amor? ¿A qué queda reducida nuestra vida en el interior de la Iglesia y en medio de la sociedad sin amor?

El amor libera nuestro corazón del riesgo de vivir empobrecidos, empequeñecidos o paralizados por la atención insana a toda clase de normas y ritos. ¿Qué es la vida de un practicante sin amor vivo a Dios? ¿Qué verdad hay en nuestra vida cristiana sin amor práctico al prójimo necesitado?

El amor se opone a dos actitudes bastantes difundidas. En primer lugar, la indiferencia entendida como insensibilidad, rigidez de mente, falta de corazón. En segundo lugar, el egocentrismo y desinterés por los demás.

En estos tiempos tan críticos nada hay más importante que cuidar humildemente lo esencial: el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro; el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados. Contamos con el aliento de Jesús.

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30DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El maestro de la ley pregunta a Jesús por el mandamiento más importante. En aquella época los judíos habían codificado 613 mandamientos (365 negativos y 248 positivos). Los maestros de la ley discutían entre ellos, cuáles eran los mandamientos más importantes y cuáles eran los secundarios... A Jesús no le interesaban demasiado las discusiones teóricas...

Nosotros vivimos demasiado atosigados por mil leyes, presiones y actividades que aprisionan nuestra vida. Nuestros días están llenos de asuntos pendientes, personas a las que ver, proyectos que terminar, llamadas que hacer... Tenemos la impresión de estar dispersos en muchas direcciones; nos sentimos fragmentados... Nuestra sociedad post-moderna es una sociedad fragmentada. Necesitamos tiempo para detenernos y para preguntarnos ¿Qué es lo más importante?, ¿Qué es lo que nos motiva en nuestra vida?, ¿Qué es lo que le da sentido?, ¿Qué es lo prioritario para nosotros?

Ciertamente, la gloria de Dios no está en el cumplimiento del sábado, ni en la pureza ritual, ni en el culto religioso. La gloria de Dios “es que el hombre viva”(San Ireneo) y vivimos en la medida en que nos sentimos amados y somos capaces de amar. Repito: Sólo el amor nos hace vivir y realizarnos plenamente. Todo lo demás es hacer preguntas ociosas que no conducen a nada.

Este domingo celebramos el Domund (domingo mundial de las misiones) bajo el lema: “Así os envío yo” (Jn 20,21). Hoy recordamos a todos los misioneros que entregan su vida. En España hay un total de más de 17.500 misioneros. Están distribuidos por los cinco continentes, siendo América y África los más atendidos... Hoy, los recordamos y los acompañamos, con nuestra oración.

Reza por los escolapios y que podamos seguir compartiendo la oración mutua. Buena semana,

Francesc Mulet

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29DO.II,A - 2011 (Pagola)

Mateo 22, 15-21
VÍCTIMAS
José Antonio Pagola

La pregunta que hacen a Jesús algunos sectores fariseos, confabulados con partidarios de Antipas, es una trampa preparada con astucia para ir preparando un clima propicio para eliminarlo: «¿Es lícito pagar impuesto al César o no?».

Si dice que es lícito, Jesús quedará desprestigiado ante el pueblo y perderá su apoyo: así será más fácil actuar contra él. Si dice que no es lícito, podrá ser acusado de agitador subversivo ante los romanos que, en las fiestas de Pascua ya próximas, suben a Jerusalén para ahogar cualquier conato de rebelión contra el César.

Antes que nada, Jesús les pide que le muestren «la moneda del impuesto» y que le digan de quién es la imagen y la inscripción. Los adversarios reconocen que la imagen es del César como dice la inscripción: Tiberio César, Hijo augusto del Divino Augusto. Pontífice Máximo. Con su gesto, Jesús ha situado la pregunta en un contexto inesperado.

Saca entonces una primera conclusión. Si la imagen de la moneda pertenece al César, «dad al César lo que es del César». Devolvedle lo que es suyo: esa moneda idolátrica, acuñada con símbolos de poder religioso. Si la estáis utilizando en vuestros negocios, estáis ya reconociendo su soberanía. Cumplid con vuestras obligaciones.

Pero Jesús que no vive al servicio del emperador de Roma, sino "buscando el reino de Dios y su justicia" añade una grave advertencia sobre algo que nadie le ha preguntado: «A Dios dadle lo que es de Dios». La moneda lleva la "imagen" de Tiberio, pero el ser humano es "imagen" de Dios: le pertenece sólo a él. Nunca sacrifiquéis las personas a ningún poder. Defendedlas.

La crisis económica que estamos viviendo en los países occidentales no tiene fácil solución. Más que una crisis financiera es una crisis de humanidad. Obsesionados sólo por un bienestar material siempre mayor, hemos terminado viviendo un estilo de vida insostenible incluso económicamente.

No va a bastar con proponer soluciones técnicas. Es necesaria una conversión de nuestro estilo de vida, una transformación de las conciencias: pasar de la lógica de la competición a la de la cooperación: poner límites a la voracidad de los mercados; aprender una nueva ética de la renuncia.

La crisis va a ser larga. Nos esperan años difíciles. Los seguidores de Jesús hemos de encontrar en el Evangelio la inspiración y el aliento para vivirla de manera solidaria. De Jesús escuchamos la invitación a estar cerca de las víctimas más vulnerables: los que están siendo sacrificados injustamente a las estrategias de los mercados más poderosos.

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29DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Devolver a Dios lo que es de Dios supone reconocer que sólo Él es el Señor. Pero supone devolverle también al pueblo, la creación y su “designio” de amor, de justicia y de fraternidad. Si el ser humano es la imagen de Dios, este es propiedad de Dios y con Él no se puede jugar para otros menesteres. Queda desautorizada cualquier pretensión de dominio absoluto sobre el pueblo, la tierra y el ser humano. El dominio absoluto sólo pertenece a Dios. Nuestra sociedad del bienestar ha sabido “domesticar” el mensaje de Jesús, convirtiéndolo en una “religión privada”, la fe cristiana se ha convertido en un tranquilizante para quienes piensan que la vida social, económica y política discurren al margen del Evangelio. Sin embargo, el Evangelio de hoy nos recuerda que necesitamos escuchar a Dios por encima de cualquier otro interés, y que no podemos arrinconar a Dios al mundo de lo privado, a veces queremos poseer el mundo y nuestra vida de manera ilimitada... Estas palabras: y a Dios lo que es de Dios, son una invitación a reconocer a Dios como el único Señor de nuestra vida como dice Isaías, (primera lectura: Is. 45, 4-6) "Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay Dios".

Con precipitación pero con el gozo de compartir el mensaje del evangelio.

Te ruego que sigamos orando unos por otros y que el Señor nos ayude.
Buena semana y un fuerte abrazo,
Francesc Mulet

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28DO.II,A- 2011 (Pagola)

Mateo 22, 1-14
INVITACIÓN
José Antonio Pagola

A través de sus parábolas Jesús va descubriendo a sus seguidores cómo experimenta a Dios, cómo interpreta la vida desde sus raíces más profundas y cómo responde a los enigmas más recónditos de la condición humana.

Quien entra en contacto vivo con sus parábolas comienza a cambiar. Algo "sucede" en nosotros. Dios no es como lo imaginamos. La vida es más grande y misteriosa que nuestra rutina convencional de cada día. Es posible vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de partida de la parábola llamada «Invitación al Banquete».

Según el relato, Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas, pues a todos quiere ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta imagen es una de las más queridas por Jesús para sugerir el final último de la historia humana.

Frente a tantas imágenes mezquinas de un Dios controlador y justiciero que impide a no pocos saborear la fe y disfrutar de la vida, Jesús introduce en el mundo la experiencia de un Dios que nos está invitando a compartir con él una fiesta fraterna en la que culminará lo mejor de nuestros esfuerzos, anhelos y aspiraciones.

Jesús dedica su vida entera a difundir la gran invitación de Dios: «El banquete está preparado. Venid». Este mensaje configura su modo de anunciar a Dios. Jesús no predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No impone ni presiona. Invita y llama. Libera de miedos y enciende la confianza en Dios. En su nombre, acoge a su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de llegar su invitación.

Los hombres y mujeres de hoy necesitan descubrir el Misterio de Dios como Buena Noticia. Los cristianos hemos de aprender a hablar de él con un lenguaje más inspirado en Jesús, para deshacer malentendidos, aclarar prejuicios y eliminar miedos introducidos por un discurso religioso lamentable que ha alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando con todo preparado para la fiesta final.

En estos tiempos en los que el descrédito de la religión está impidiendo a muchos escuchar la invitación de Dios, hemos de hablar de su Misterio de Amor con humildad y con respeto a todos, sin forzar las conciencias, sin ahogar la vida, despertando el deseo de verdad -y de luz que sigue vivo en lo más íntimo del ser humano.

Es cierto que la llamada religiosa encuentra hoy el rechazo de muchos, pero la invitación de Dios no se ha apagado. La pueden escuchar todos los que en el fondo de sus conciencias escuchan la llamada del bien, del amor y de la justicia.

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28DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Jesús compara El Reino de Dios con un banquete de bodas. Es una fiesta. Este es el designio de Dios sobre la humanidad y sobre cada uno de nosotros: que podamos participar plenamente de la alegría de la vida y de la relación con los demás, que seamos felices. Dios nos quiere felices. El Dios de Jesús es el Dios de la alegría y de la esperanza, de la vida y de la fiesta.

La invitación de Dios sigue resonando en nuestro corazón. La parábola tiene plena actualidad. También nosotros somos invitados y podemos estar atados a nuestros problemas, nuestros intereses, y nuestros asuntos y no darle importancia a esta invitación que Dios nos hace en nuestro interior.

Si nuestro mundo acogiera ese amor solidario de Dios, ¿la vida no sería una fiesta? Si cada uno de nosotros acogiéramos en nuestro corazón ese amor que Dios nos ofrece, ¿no cambiaría nuestra vida y se llenaría de alegría y de sentido?

Necesitamos escuchar la llamada que nos llega de Dios. No hay que temerla, pues aun siendo exigente, es una llamada que nos conduce a la Vida. Responder a esta llamada es un camino de felicidad y de vida plena. Su llamada no es una más entre otras. No se confunde con nuestros gustos y proyectos. Es diferente, viene de más allá de nosotros mismos, de lo profundo de nuestro corazón. Podemos dejar que resbale una vez más sobre nosotros, pero podemos también acogerla. Decir un pequeño “sí”, un sí humilde, aunque sea débil e indeciso. Necesitamos escuchar su voz en nuestro interior y seguirla. Estamos invitados a participar en esta fiesta que permanece siempre. Otras fiestas son perecederas, se desvanecen como en estos días contemplamos con preocupación el derrumbamiento del sistema bursátil, la crisis económica que atravesamos que tanto sufrimiento está causando en los más necesitados y que tiene su raíz en la ambición del tener y en la idolatría del dinero. Quien da su confianza a Jesús está invitado a una fiesta sin fin, el Reino que Jesús anuncia.

Te pido que sigamos orando unos por otros y te deseo una buena semana.
Un abrazo cordial,
Francesc Mulet, escolapio

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27DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Esta parábola de la viña y de los viñadores que Jesús cuenta a sus oyentes es una expresión de la historia de Israel, de la historia de la humanidad, de la historia de la Iglesia, y de la historia de cada uno de nosotros, en la que Dios plantó su viña para que diese frutos.

Jesús es consciente de que no es acogido. Es consciente de que será rechazado, excomulgado y asesinado. Dios mandó a su Hijo no para que lo asesinaran, sino diciendo: “respetarán a mi Hijo”. Sin embargo, contra la voluntad de Dios, lo matan. Ellos querían ocupar el lugar del dueño de la viña, pretendían quedarse con la herencia. Y echan de la viña al heredero. Y la renta que le dan es la muerte. Es el mismo Jesús, el hijo de la parábola, el que es echado fuera de la viña; Jesús, es echado fuera de este mundo, su muerte es la demostración de que no hay lugar para Él.

La parábola, alude al rechazo de los dirigentes de Israel a la predicación de Jesús. Pero nos lleva a preguntarnos también si en nuestra vida de cada día no hay algún tipo de complicidad con los viñadores homicidas. Podemos preguntarnos: ¿Qué importancia tiene para nosotros el establecimiento de la justicia y de la paz en el mundo? ¿Cuáles son nuestros frutos? ¿Cómo nos sentimos responsables ante la vida de los demás?

Por supuesto, “la viña del Señor” somos también todos nosotros. Nosotros somos la viña y la tierra que Dios ha dado en arriendo y de la que espera una cosecha abundante. Efectivamente: Dios puso el amor en la raíz de cada ser humano y nosotros hemos inventado el desamor y la violencia. Dios nos arrendó la alegría de compartir y perdonar, pero nosotros hemos endurecido el corazón y lo hemos envuelto en mil formas de hostilidad y de ambición. Dios sembró la fraternidad y la paz en nuestro corazón y nosotros le devolvemos, día a día, una cosecha, llena de violencia y de injusticia.

¿Sobre qué estamos construyendo nuestra vida? Hay quienes sencillamente no aciertan a construirse a sí mismos: No desarrollan las capacidades que llevan dentro. Algunos se construyen solamente en lo exterior, en la apariencia, sobre el personaje, en la ambición por el poder, pero por dentro, están inmensamente vacíos.

Buena semana tengas y adelante,

Francesc Mulet