Tuesday, February 28, 2012

7DO.I.B - 2012 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio
El paralítico es el prototipo de la invalidez, el hombre que no puede moverse por sí mismo ni tiene libertad de acción… era una situación sin remedio y equivalía a estar muerto, ¿no es esa la situación de muchos seres humanos hoy?

Se trataba de un paralítico, que por sí mismo, no podía acercarse a Jesús. No sólo era la distancia, sino la muralla humana que se interponía entre los dos. La gran cantidad de gente que había acudido impedía al paralítico llegar a Jesús. Ante las dificultades, podía haberse resignado y quedarse en casa. Pero este hombre tenía amigos dispuestos a ayudarle. Y estos hombres, tenían fe en Jesús.

Jesús ve, en efecto, “la fe que tenían”. La respuesta de Jesús a su fe no es la curación del enfermo, como se podría esperar. La sola curación física del paralítico sería una restauración a medias: se le restituiría la salud exterior, pero el hombre no quedaría curado del todo y permanecería en su desorden interior.

Los cristianos no valoramos suficientemente la fuerza liberadora que encierra la experiencia del perdón de Dios. El perdón quiere decir que nuestra vida siempre tiene salida. Siempre podemos empezar de nuevo. Quién cree en el perdón, quién hace la experiencia interior del perdón de Dios nunca está perdido. En lo más profundo de su ser encontrará siempre la fuerza para levantarse y comenzar de nuevo.

Sentirse necesitado de perdón y perdonar son exigencias del amor y pertenecen a una gran necesidad humana... El ser humano es débil, limitado y lleno de fragilidades. Necesitamos el perdón y sólo desde la experiencia de ser acogidos y perdonados podemos avanzar en nuestra vida.

El perdón es la posibilidad humana de realización, ya que perdonar y recibir el perdón es contar con la capacidad de cambiar nuestra vida, de reconstruir nuestra propia historia, de mejorar las relaciones con nosotros mismos y con los demás. El perdón nos abre un horizonte de esperanza.

El Evangelio de hoy pone de relieve la urgencia de volver a curar toda nuestra persona. Tenemos tanta necesidad de la serenidad interior como de la salud.

Podemos imaginar que nosotros somos hoy ante Jesús ese paralítico necesitado de su perdón y de su amor, a quien Jesús le dice: “hijo, tus pecados quedan perdonados”.

Ánimo en esta tarea de seguimiento de Jesús. Perdonemos y oremos mutuamente.
Un abrazo,

Francesc Mulet

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