Thursday, March 29, 2012

3DC,B 2012 (Mulet)

Franesc Mulet, escolapio

El evangelio de hoy es uno de los pocos pasajes evangélicos en que aparece la cólera de Jesús, motivada por la situación anómala que encuentra en el templo de Jerusalén, invadido por los vendedores de animales para el sacrificio y por los cambistas de dinero; entonces él, haciendo un azote de cordeles, expulsó a los primeros con su mercancía y volcó las mesas y desparramó por el suelo el dinero de los segundos. Todo para que no convirtieran en mercado la casa de su Padre, casa de oración.

El nuevo templo espiritual se construye sobre Cristo, muerto y resucitado, y fundamenta la nueva alianza y la nueva religión en espíritu y verdad, que viene a sustituir a la antigua alianza, expresada en la ley mosaica.

Todas las religiones han tenido y tienen un lugar destinado al culto, llámese iglesia, templo, santuario, sinagoga o mezquita. Este espacio sacro cumple diversas funciones bajo el común denominador de religión. Es ubicación de la presencia de la divinidad, lugar de culto a la misma y de convocación del pueblo, presidido por sacerdotes que hacen de puente entre la deidad y los fieles congregados en la fe común.

Mediante los ritos cultuales el pueblo fiel puede, en primer lugar, entrar en comunión con el misterio, que constituye el mundo de lo sacro; y en segundo lugar, consigue aplacar a la divinidad y alcanzar sus favores y hasta participar en su vida superior. En la cumbre de esta adoración cultual se dividen las vertientes de la religiosidad auténtica o de su adulteración por la magia.

En el pasaje de la purificación del templo, Jesús aparece como innovador y se pronuncia por una religión limpia de ritualismos muertos, por un culto vivo y nacido de la fe del corazón. Para un culto vivo a Dios cuenta sobre todo el factor humano, es decir, la fe de los creyentes que alaban a Dios en unión con Cristo.

Sin romper el equilibrio entre persona y comunidad ni minusvalorar la expresión exterior de las formas religiosas y litúrgicas, hay que dar, no obstante, la primacía al espíritu, a la fe y al corazón. Y sobre todo, pasar el culto a la vida y la vida al culto, asumiendo la dimensión religiosa de toda nuestra existencia personal, familiar, laboral y cívica.

La auténtica religión y adoración en espíritu y verdad, el culto verdadero y completo, es la religión de la vida entera, vivida con fidelidad plena a la voluntad de Dios y en solidaridad con el hombre, especialmente con nuestros hermanos más débiles y necesitados. Al salir del templo es cuando palpamos la verdad o mentira de nuestro culto y religión.

Que al escuchar la Palabra viva del evangelio, nos solidaricemos cada vez más con los que sufren las consecuencias de la crisis económica y vivamos comprometidamente nuestra fe.

Ánimo en esta tarea. Un abrazo,
Francesc Mulet

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